Escritora y bailarina, presentará en La EscalA su poemario “La casa
“Tijuana es una ciudad abierta a lo nuevo, a las corrientes del arte y del aire, pero también es una ciudad que le gusta proyectar lo suyo”, un lugar donde “la gente no espera a que el gobierno le proporcione arte, va y lo toma por su cuenta”, asegura la poeta Patricia Farfán Briseño, autora del libro La casa del primer día, que se presenta mañana jueves 13 de marzo en La Escala, en punto de las 8 de la noche.
Escritora y bailarina, Patricia Farfán se vale tanto de la literatura, en este caso la poesía, como de la danza para expresar sus motivaciones artísticas. Nacida en la Ciudad de México, en 1975, Patricia cursó la carrera de Danza en el INBA y Lengua y Literatura Hispánicas en la UNAM, y en ambas disciplinas ha destacado. Antes de viajar a Tijuana para presentar su libro más reciente concedió la siguiente entrevista a Bitácora.
¿Como es que Patricia Farfán pasa de la danza a la literatura y específicamente a la poesía?
Patricia Farfán Briseño (PFB): Bueno, me parece que cuando uno ha caído en la tentación de dedicarse a alguna disciplina artística es más difícil resistirse cuando otra empieza a seducirnos. Es contagioso. Aunque, ciertamente, la combinación de danza y poesía no es de las más frecuentes. Más bien encontramos pintores y arquitectos, poetas y músicos o inclusive poetas y pintores. La verdad es difícil responder esa pregunta y a la vez es tan sencillo como confesar que una vez, siendo adolescente subí a la azotea de mi casa, vi el valle de México y me puse a escribir. Hace tiempo, leyendo una entrevista a Margarita Michelena, decía algo muy parecido… yo creo que la vocación aflora en momentos así. Por otro lado, aunque disfruto mucho la lectura, o la “inmovilidad corporal” en el viaje de la alcoba del que hablaba Villaurrutia, soy una persona que necesita moverse, caminar comiendo una fruta, bailar con o sin música, y sobre todo, dejar de pensar. Yo diría que la poesía y la danza son semejantes, ambas aparecen cuando la emoción ha rebasado los límites del lenguaje en el caso de la poesía y del cuerpo en el caso de la danza. Pero por otro lado, y ¡qué bueno! tienen grandes diferencias. Cuando hago danza me conecto con la gente directamente, es muy importante sentir su presencia; en cambio, la poesía, aunque tiene una parte colectiva que por suerte se está recuperando, es una actividad para mí en soledad y en silencio.
¿Qué te ha dado más satisfacción de lo que has escrito?
PFB: El libro La casa del primer día es mi primer libro pero después de muchos años de escribir. Y me da, todavía, una gran satisfacción. Sus poemas cifran por un lado experiencias entrañables para mí, pero también ciertas conquistas, modestas aún, del difícil arte de la escritura. Antes de esta obra, había escrito un poemario —muy depresivo y maravillosamente adolescente: ya sabes… la vida no vale nada, todos estamos muertos, y cosas por el estilo, que tiene poemas que aún disfruto. Creo que las satisfacciones en el caso de la poesía se dan cuando logras atrapar tu deseo como a un animal en esa red de palabras que es el poema y luego lo sacas y lo acaricias, o a lo mejor te das cuenta que es peligroso y sólo lo observas.
¿Has pensado alguna vez combinar la danza y poesía, a lo mejor bailando tus poemas?
PFB: Yo creo que la danza está en mis poemas aunque no de manera explícita. Y de que la poesía esté en mis coreografías pues es lo que más me gustaría. Justo el año pasado hice una coreografía basada en el libro Una temporada en el infierno de Arthur Rimbaud y fue una experiencia fascinante. Sí, resultó esa vez muy provechoso para la danza; trabajé con mis bailarinas improvisaciones a partir de versos del libro, así como: ¡Oh pureza! ¡Pureza! ¡un instante de lucidez me ha brindado la visión de la pureza! ¡Por el espíritu uno va a Dios! ¡Despiadado infortunio!... No me acuerdo bien de lo que dice el poema pero algo así. Fue un camino difícil, de ir traduciendo el lenguaje simbólico de Rimbaud a acciones concretas en el tiempo y el espacio, sin embargo, quedó el sustrato de la poesía en la danza y eso lo disfruté muchísimo. También he trabajado en qué podría consistir crear coreografías tomando como modelos formas poéticas, por ejemplo, el haikú. En fin… poner vasos comunicantes entre estas dos disciplinas es algo que siempre me ha interesado.
¿Cuáles son tus principales influencias en poesía?
PFB: Siento que a veces los poetas que más nos gustan no son necesariamente los que nos influyen. A mí me gusta Saint John Perse y por desgracia no es una de mis principales influencias. Es una pregunta también difícil… porque me gustan más de cinco. Y mañana diría más nombres, pero a lo mejor basándome en un criterio que se me acaba de ocurrir, puedo decirte que me son entrañables T.S. Eliot, Carlos Pellicer, Octavio Paz, José Gorostiza, Rubén Darío, Dylan Thomas, Dante…, todos aquellos de quienes me sé algún poema de memoria. Yo soy como de antes, a la antigüita. Me quedo con los poetas que aprecian el aspecto musical y sonoro de la poesía.
¿Qué detona en ti crear una nueva una poesía?
PFB: Cualquier evento, persona, experiencia, que despierte mi admiración, no en el sentido de respeto sino de sobresalto, de interrupción de la cotidianeidad. Puede ser un programa sobre hormigas en la tele, o las miradas que solemos echarnos en los altos de un carro a otro, o el sabor de una bebida o la resaca de una borrachera. En fin, puede ser cualquier cosa y a la vez nada puede ser sino lo que necesito para darme forma y sentido o más bien, sentidos. En realidad estos temas sólo son como anzuelos para que el pez gordo, la experiencia poética, suceda.
¿Por qué la ciudad de Tijuana para proyectar tu trabajo literario?
PFB: Por varios motivos: Tijuana es una ciudad que me resulta fascinante. Es un lugar abierto a lo nuevo, a las corrientes del arte y del aire, pero también es una ciudad que le gusta proyectar lo suyo. Recuerdo un programa que no me perdía hace tiempo en el 22 “Bulbo”. Recuerdo que hace unos 15 años asistí a una casa donde se proyectaba cine de arte y al final los asistentes, que habían llegado por una convocatoria de boca en boca, daban sus opiniones. Eso para mí es la gente de Tijuana, la que no espera a que el gobierno le proporcione arte, va y lo toma por su cuenta. Más allá de los proyectos culturales oficiales. ¿Se necesita otra postura actualmente ya no sólo en Tijuana sino en todo el país? Yo creo que no. Por otro lado, es una ciudad donde pueden verse escenas crudelísimas a diario, tiene razón su poeta Julio Armando Ramírez Tijuana eres… ajedrez enigmático.
¿Qué opinas del apoyo a la cultura por parte del gobierno mexicano?
PFB: Opino que no hay apoyo. Ha venido disminuyendo desde hace algunos años o más bien décadas. Claro que ahora el agua nos está llegando a los aparejos. Lo que me sorprende es la dispersión en la que nos encontramos las personas que nos dedicamos al arte; cada quien en celosa ocupación trabajando su parcelita sin mirar la apariencia del conjunto: parcelitas incomunicadas donde se lee “¡Ay! estoy tan solo”. Yo diría que estamos pasmados. Por eso me entusiasma compartir mis poemas, hacer lecturas, donde no sólo se recupere el aspecto oral, corporal de la poesía, sino donde también aparezca “el otro” el lector u oidor, aquél a quien va dirigida. Es un encuentro muy fuerte, donde se genera mucha energía, no es gratuito que se hayan dejado de promover estas lecturas en voz alta en tiempos pasados. Estoy convencida que son una fuerza de cambio para que volvamos a un movimiento real.
* Ana Patricia Farfán Briseño (México, DF, 1975) es autora de Hora que transcurre, poemario con el que obtuvo el segundo lugar en el premio organizado por