* Cultura vs. Balazos
Me preparo, como casi todos los fines de semana, para ofrecer otro evento artístico más en nuestro pequeño centro cultural enclavado en la zona de Otay Universidad.
Como casi todos los fines de semana, no estoy segura de si vamos a tener buena respuesta –que en nuestro caso consistiría en conformarnos con unos 20 de los 30 asistentes que caben en nuestro reducido salón de usos múltiples-.
“Desarrollo humano” es lo que ofertamos en La Escala y estamos completamente conscientes de lo que esto implica: “Eso no es negocio, mejor dedíquense a otra cosa”, es el consejo generalizado. ¿Pero qué pasa cuando uno no quiere hacer “negocio” sino simplemente vivir bien haciendo lo que a uno no únicamente le gusta sino le parece importante?
Paradójicamente, a unos cuantos metros de nuestro centro cultural, en la misma zona de Otay Universidad, todos los fines de semana los parroquianos que abarrotan un bar tipo “lounge” (es decir, no tiene mobiliario, sólo unos cuantos sillones y unas telas como adorno) desquician el tránsito estacionándose hasta en tercera fila y en no pocas ocasiones incluso en los camellones, sin que ninguna autoridad se asome por ahí para restablecer el orden.
¿Lo que ofertan? Viernes de Rock en vivo y Sábado de bandas (al menos eso es lo que anuncian a través de unas lonas).
El bar en cuestión comenzó hace poco con un local más pequeño que el de nuestro centro cultural, y a escasos meses de abierto, dio para rentar un inmueble cuatro veces más grande ubicado a unos cuantos pasos del anterior. Y más sorprendente aún, ahora opera ambos negocios que ya parecen ser insuficientes.
Paradójicamente, aun cuando estamos por cumplir 8 años de iniciar labores en nuestro centro cultural, en ese lapso no hemos podido abrir alguna sucursal, o cuando menos mudarnos a un lugar más céntrico (petición que reiteradamente nos hacen quienes vienen de zonas como Playas ó La Mesa).
No estoy diciendo que negocios de dispendio como esos bares no debieran tener éxito, lo que me inquieta es el desequilibrio. En comunidades con un sano desarrollo el solaz esparcimiento convive en igualdad de posibilidades con el divertimento masificador. Pero en nuestra ciudad, desafortunadamente el embrutecimiento es el premiado, tanto por el público consumidor, como por las propias autoridades, con todo y que la violencia es un cáncer comunitario que decimos querer erradicar.
Ni modo. A quienes tenemos el humanismo como proyecto de vida, nos toca navegar contra corriente… (Alma Delia Martínez Cobián)