martes, febrero 12, 2008

La ilusión de ser fotógrafo

* Inspirado en la obra del pintor y fotógrafo chiapaneco Carlos Jurado, el libro de Marcela Quiroz va más allá de la sola apreciación y ofrece una serie de agudas reflexiones

Sergio Rommel Alfonso Guzmán*

Agradezco a Marcela Quiroz Luna la gentileza de lanzar la pelota inicial de la 2ª Semana Cultural de la Escuela de Artes campus Tijuana con la presentación de su libro de título extenuante y contenido profundo: La ilusión de ser fotógrafo. Hacia una fenomenología de la fotografía estenopeica a partir de la obra de Carlos Jurado, publicado por la Universidad Iberoamericana en 2005. Libro que recomiendo al futuro lector sea aprehendido como modelo para armar, como obra abierta; ya que no será una sino muchas y variadas las rutas de lectura que el libro nos propone y múltiples (por consiguiente) los itinerarios hermenéuticos. Y, anticipando que como contraste a la luminosidad de la prosa de Quiroz Luna mi entramado discursivo será particularmente caótico, me corrijo por vez primera para invitarlos a ver este libro como una caja de sorpresas en donde no encontramos lo que el título promete pero encontramos mucho más.

Los retóricos antiguos se aproximaban a definir la cosa comenzando por decir lo que la cosa no era. Así que comienzo por decir que el libro que hoy presentamos no es un manual de historia y técnica de la fotografía estenopeica, cuyos antecedentes se remontan al siglo IV antes de Cristo y los experimentos de Leonardo con la cámara oscura. Enormes cuartos oscuros (registrados para la posteridad, por ejemplo, en los dibujos de Atanaisus Kircher en la Alemania del siglo XVII) a través de los cuales la luz graba imágenes sobre superficies sensibles. No. El interés de Marcela Quiroz Luna es otro. Y es tan otro que me atrevo a suponer que trasciende la fascinación de la autora ante la obra del pintor y fotógrafo chiapaneco Carlos Jurado. Quiero creer que a Marcela antes que nada le fascinó el gesto del artista visual oriundo de san Cristóbal de las Casas de “fotografiar con cámaras estenopeicas hechas por él mismo... como experimentación de utopías y contra la tecnología como arma del creciente capitalismo y la voracidad de lo institucional, del mercado y las modas” (p. 4). Por supuesto que el aprecio por ciertas imágenes (por ejemplo Chichai con helicóptero) insuflan las páginas del libro, sin embargo, quiero creer que en realidad Marcela nos hace víctimas de un engaño inofensivo. La ilusión de ser fotógrafo. Hacia una fenomenología de la fotografía estenopeica a partir de la obra de Carlos Jurado es en verdad su libro de artista, su libro de fotógrafo. Parafraseando a Alejandro Espinoza en el prólogo al libro Blancos móviles del artista plástico Rubén García Benavides diré que La ilusión de ser fotógrafo es “un testimonio sobre lo que significa fotografiar”.

Lo que interesa a Quiroz Luna de la fotografía estenopeica es que cuestiona el estatuto de la mirada en la historia del arte y la percepción occidentales. Para ello revisa autores como Norman Bryson, Philippe Dubois y Donald Lowe para concluir que “al momento de toma en la fotografía estenopeica, ya nada le queda al fotógrafo de su ser-mirada; todo lo asume y activa la cámara estenopeica como ojo. Un ojo que ve y permite el registro, subjetivado —ya no por la mente que acciona la mirada— sino por otra serie de factores que se resumen en uno solo: el tiempo” (pp. 9 y 10).

Intento explicarme: en la fotografía estenopeica la cámara es el cuerpo y es el ojo. El sujeto que “toma la foto”, lo digo por pura convención, es echado literalmente a un lado. Su tarea se reduce a tapar y destapar el estenopo. Será otro quien decida lo que se ve, la imagen que se construye. Si ilusamente creímos que como Dorian Grey podríamos, a través de un retrato o una fotografía, vencer el tiempo, ahora, humillados y liberados a la vez, reconocemos la imposibilidad de congelar el mundo a partir de nuestra mirada. Citando a Hugunin, Quiroz Luna nos recuerda que “la fotografía no necesariamente tiene que cumplir con la idea renacentista de la ventana al mundo” (p. 13), es decir, a través de la cámara oscura no se descubre ni se copia con fidelidad el mundo, en todo caso se le altera y re-inventa.

Cito de nuevo a Quiroz: “Pudiéramos decir que en el acto estenopeico —a diferencia del acto fotográfico— no hay mediación entre el objeto fotografiado y el sujeto fotografiante. Cámara y operador funcionan —irremediablemente— a distancia. Así que la mirada del fotógrafo nunca sabe realmente qué es lo que la caja negra está enamorando pues jamás ocupa su espacio de visión al contrario, lo cede para que la estenopeica empiece a existir. A un lado de la cámara el fotógrafo estenopeico ve toda la escena, es parte de ella, pero eso que está entrando a la cámara lo conocerá hasta que imprima la imagen. Así resulta que el fotógrafo estenopeico avanza siempre entre el velo y la sorpresa, todo vestido de duración” (p. 17).

Ya para terminar regreso al título del libro: La ilusión de ser fotógrafo. Acudo al diccionario para constatar las dos primeras acepciones del vocablo. Como falsa percepción y como esperanza carente de fundamento. ¿Acaso la autora nos quiere decir que durante años hemos creído ingenuamente que las fotografías que guardamos han congelado al mundo cuando no han hecho otra cosa que trasmitirnos el engaño de nuestra propia mirada? Disociar la relación entre la mirada y la cosa es tal vez el legado que nos deja la fotografía estenopeica, que es otra forma de disociar el ser de lo real y, el libro de Marcela Quiroz, es un vehículo formidable para comenzar a pensar estos temas.

* Texto leído en la presentación del libro “La ilusión de ser fotógrafo. Hacia una fenomenología de la fotografía estenopeica a partir de la obra de Carlos Jurado” de Marcela Quiroz Luna.