Hace 2,500 años esta técnica de meditación fue la que permitió al príncipe Sidarta Gautama convertirse en el Buda. Ahora, la técnica ha sido rescatada y despojada de toda implicación religiosa, para ser compartida con todos los que deseen liberarse del sufrimiento y alcanzar la dicha.
(Primera de dos partes) *
Todos buscamos la paz y la armonía, porque carecemos de ellas. De vez en cuando todos experimentamos agitación, irritación, falta de armonía, sufrimiento; y cuando padecemos la agitación, no guardamos esta miseria limitada en nosotros, sino que continuamente la distribuimos a los demás. Una persona desdichada impregna el ambiente que le rodea de agitación, y quienes estén cerca de ella también se alteran, se irritan. Ciertamente, ésta no es la manera adecuada de vivir.
Tenemos que vivir en paz con nosotros mismos y en paz con los demás porque, en definitiva, los seres humanos somos seres sociales que vivimos dentro de una sociedad interrelacionada. ¿Pero cómo vivir en la paz y armonía internas, y mantenerlas para que los demás puedan también vivir en paz y armonía?
Para poder librarnos de nuestra agitación, tenemos que conocer la razón básica de la misma, la causa del sufrimiento. Al investigar este problema, nos damos cuenta que nos sentimos agitados en cuanto generamos negatividades o contaminaciones en la mente. La negatividad, la contaminación o la impureza mental, no pueden coexistir con la paz y la armonía.
¿Cómo empezamos a generar negatividades? También ahora nos damos cuenta, al investigar, de que nos sentimos desdichados cuando estamos con alguien que se comporta de una manera que no nos gusta o cuando sucede algo que nos desagrada. Cuando ocurre algo que no deseamos, surge tensión en nuestro interior y también surge cuando no ocurre o existen obstáculos para que se cumpla algo que deseamos, y con todo ello empezamos a atar nudos en nuestro interior. Y como durante toda la vida van a suceder cosas que no queremos y las queridas puede que sucedan o puede que no, aquí la pregunta oportuna es: ¿Cómo podemos dejar de reaccionar ciegamente cuando debamos enfrentarnos a situaciones que no nos gustan? ¿Cómo podemos dejar de generar tensión y permanecer llenos de paz y de armonía?
Tanto en la India como en otros países hubo personas santas y sabias que estudiaron este problema -el problema del sufrimiento humano- y encontraron una solución: cuando ocurre algo no deseado y empezamos a reaccionar con ira, miedo o cualquier negatividad, hay que dirigir lo antes posible la atención a cualquier otra cosa, por ejemplo te levantas, coges un vaso de agua y empiezas a beber; de esta manera la ira no solo no se multiplicará sino que empezará a disminuir: O empiezas a contar: uno, dos, tres, cuatro... O repites una palabra, o una frase, o un mantra, o quizá el nombre de una persona santa hacia la que sientas devoción. Así desviamos la mente y hasta cierto punto nos liberamos de la negatividad, de la ira.
Esta solución era útil, funcionaba y aun funciona; practicándola, la mente se siente libre de agitación. No obstante sólo funciona en el nivel de la mente consciente porque lo que de hecho hacemos al desviar la atención es empujar la negatividad a lo más profundo del inconsciente donde sigues generándola y multiplicándola. Hay paz y armonía en la superficie, pero en las profundidades de la mente hay un volcán dormido de negatividad reprimida que antes o después entrará en erupción con una gran explosión.
Hubo otros exploradores de la verdad interna que llegaron algo más allá en su búsqueda, y que tras experimentar en su interior la realidad de la mente y de la materia se dieron cuenta de que desviar la atención es sólo huir del problema. Escapar no es una solución, hay que enfrentarse al problema; cuando surja una negatividad en la mente, obsérvala, hazle frente y tan pronto como empieces a observar la contaminación mental, empezará a perder fuerza y poco a poco se irá marchitando y podrá ser arrancada de raíz.
Es una buena solución que evita los dos extremos: represión y dar rienda suelta. Enterrar la negatividad en el inconsciente no la erradicará y permitirle manifestarse con un acto físico o verbal dañino sólo creará más problemas. Pero si te limitas a observarla, la contaminación desaparece y habrás erradicado esa negatividad, estarás libre de esa contaminación.
Esto suena muy bien, pero ¿es practicable en la realidad? ¿Resulta fácil para una persona corriente enfrentarse a las contaminaciones? Cuando surge la ira, nos coge tan de sorpresa que ni siquiera nos damos cuenta de ello. Arrastrados por la ira cometemos actos físicos o mentales que nos dañan a nosotros y a los demás. Poco después, al desaparecer la ira, empezamos a llorar y a arrepentirnos, pidiendo perdón a los demás: "Oh, he cometido un error, perdóname". Pero la próxima vez que nos encontremos en una situación semejante volveremos a reaccionar igual. Este arrepentimiento no nos habrá servido para nada.
La dificultad estriba en que no somos conscientes del momento en el que comienza esta contaminación. Empieza en las profundidades de la mente inconsciente y cuando llega al consciente ha tomado tal fuerza que nos arrastra y no podemos observarla. De hecho, es muy difícil observar una negatividad abstracta, una emoción abstracta divorciada del objeto exterior que la originó.
Sin embargo, hubo alguien que habiendo llegado a la verdad última encontró una solución auténtica… De esto hablaremos la próxima semana.
* Texto basado en una charla dictada por el señor. S. N. Goenka, en Berna, Suiza.