martes, abril 01, 2008

De películas, ataques y arte instalación


Epílogos

Por Sergio Rommel Alfonso Guzmán

Juego de poder (Charlie Wilson´s War) de Mike Nichols nos coloca en la convulsa era reganeana y la historia de un congresista juerguero y su incorporación casi casual para liderar la operación encubierta de 5 mil millones de dólares a fin de apoyar a la guerrilla afgana en su resistencia contra la ocupación soviética. La trama fluye mostrando con un desenfado siniestro la superficialidad de la clase política y la cercanía en las decisiones de poder entre las cámaras y los burdeles. Tom Hanks construye a un Charlie Wilson patético a quien sólo los avatares de la política logran etiquetar como héroe.

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Mucho se ha escrito acerca del bombardeo del ejército colombiano a un campamento de las FARC en Ecuador y la muerte de estudiantes mexicanos en dicho acto. Mucho se ha escrito –también– acerca del “turismo revolucionario” tan propio (no habrá que escandalizarse) del estudiantado universitario. El experto en temas de educación Roberto Rodríguez Gómez nos recuerda en Milenio semanal (No. 544) que “Las universidades públicas y privadas han sido y son terreno fértil para la difusión de las más diversas ideologías y posturas políticas, desde la ultraderecha hasta el extremismo revolucionario. Este es sencillamente un hecho y no precisamente un rasgo de la contemporaneidad: tiene una profunda raíz histórica. Se explica, en parte, por la permanente defensa de las universidades, dignas de ese nombre, de las libertades de pensamiento y expresión. El activismo, el proselitismo, incluso las pretensiones de adoctrinamiento están lejos del ideal académico, acaso son indeseables, pero no pueden considerarse actividades anómalas en la vida cotidiana de los recintos universitarios” (p. 13).

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Si usted es afecto a thriller Justo en la mira le aportará justo lo que necesita para 90 minutos de relajación y adrenalina. Dirigido por Pete Travis el filme incursiona en un evento exitoso en el imaginario colectivo: el asesinato del presidente de los Estados Unidos por la traición de uno de sus guardaespaldas del servicio secreto; sin embargo, las cosas no son como parecen y el director nos ofrecerá versiones sobre lo sucedido. Por supuesto, al final el patriotismo de un agente renegado salvará no sólo al ejecutivo norteamericano sino la paz mundial.

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Ahora que se criminaliza la práctica de fumar tal vez habrá que echarle el ojo a otras formas menos “escandalosas” de meterse tabaco a las venas tal como el Snus, un tabaco finamente picado que nos permite mantener la práctica sin desperdigar humo. De ello da cuenta el artículo “Tabaco sin humo: alternativa para fumadores” de Mike Landler y Andrew Martin en Obs número 34 (2008); revista con selección de lo mejor de The New York Times Magazine. Precisan los autores que “en Suecia, el Snus existe desde hace unos 200 años, aunque desde hace un par de décadas goza de un nuevo auge. Nadie parece dudar del impacto que tiene entre los fumadores, al menos entre los suecos. En 1976, 43% de los suecos fumaban regularmente, pero en 2005, la cifra se redujo a 14%. Durante ese periodo, el porcentaje de hombres que usaban Snus se incrementó a 22% (en comparación con el 9% de antes)”.

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Si un buen día los gobiernos del mundo abandonaran la práctica de jugar al Rambo y decidieran enfrentar la cuestión del narcotráfico por la parte que en verdad duele (la del dinero), ¿qué se encontrarían? Leonor Flores en su reportaje “Las nuevas rutas para el lavado de dinero” (Milenio semanal número 535) nos recuerda que según la consultora Ernst & Young se lavan en México “25 mil millones de dólares” y a escala global, el Fondo Monetario Internacional calcula que los flujos de lavado de dinero proveniente del narcotráfico representan “entre 2 y 5 por ciento del PIB mundial” (p. 43).

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Para Charles S. Peirce “todo lo que atrae la atención es un índice”. Y así como (para seguir un ejemplo clásico) “una veleta es un índice de la dirección del viento”; Amphora: un índice de posibilidades, exposición de nueve instalaciones de Roberto Romero-Molina “Bosho”, actualmente en exhibición en la Sala de Arte de la UABC en Tijuana, es un índice de otras formas de producir y distribuir el arte en el contexto de un espacio público universitario. Es decir, nos indica otras rutas a seguir a partir del criterio que privilegie los procesos antes que los productos y apueste a nuevas propuestas artístico-visuales. Por supuesto; esta es una lectura desde la lógica institucional y el propio Romero-Molina tendrá la suya.

Casa, una habitación modular 90 por ciento sustentable (según cálculos del autor) genera el discurso inicial que atraviesa el conjunto de las piezas. Lo interesante del proyecto es su resistencia a colocarse en el banquillo de las víctimas y la voluntad de afrontar el problema de la migración y el rezago en vivienda en las urbes del mundo no desde la auto-complacencia sino de la auto-construcción, auto-sustentabilidad y auto-gestión. Es decir, no encuentro en Amphora una retahíla de lamentaciones ni discursos incendiarios contra los culpables, que siempre serán otros y siempre resultarán vencedores sino una acción que a nivel micro-social nos sustrae de una inmovilidad retórica y nos traslada al ámbito de las transformaciones posibles.

De Amphora me cautiva –en primer término– esa parsimonia en el manejo de elementos; esa pobreza grotowskiana (si me permiten una alusión al campo disciplinario del teatro) en donde la riqueza expresiva de las instalaciones radica en la ajustada colocación de objetos-signos; la resemantización de los mismos, la trasgresión de los códigos consabidos para instalar nuevas cartografías de significancia. En Amphora: un índice de posibilidades Roberto Romero-Molina cuestiona los códigos a través de los cuales hemos leído repetitivamente la problemática social y se propone (siguiendo a Umberto Eco) tocar los contenidos por medio de nuevos alfabetos, construir nuevas arquitecturas sígnicas.