El cellista Carlos Prieto recibió la semana pasada el Premio Nacional de Bellas Artes, con ese motivo publicamos un texto del propio músico en el que narra la íntima relación con su instrumento
Quien lo observa en el escenario ve a un hombre encorvado sobre su instrumento, arropándolo con su cuerpo, acariciándolo con paciente delectación, a veces estrujándolo apasionadamente, y es tan notoria la comunicación entre ejecutante e instrumento que parece, al tocarlo, que le insuflara vida y ya en plena reanimación vital intercambiara voces en un lenguaje secreto y le susurrara palabras incomprensibles para los demás.
Y es que “el violonchelo es el instrumento musical que más recuerda a la voz humana: es cálido, profundo y, aunque no alcanza la altura ni la brillantez del violín, tiene uno de los rangos más amplios”, afirmó el chelista mexicano Carlos Prieto, quien recibió hace unos días el Premio Nacional de Bellas Artes, una distinción que viene sumarse a muchas otras que ha recibido a lo largo de su extensa y fructífera trayectoria.
Y, como no, si Carlos Prieto ha mantenido una más que estrecha, íntima, relación con su instrumento al que hace llamar Chelo Prieto y al que literalmente ha paseado por los mejores teatros del mundo. Es tal la cercanía de músico e unstrumento que el chelista le da un trato como si fuera una persona, según narra el propio músico en el siguiente episodio, que él dictó a un reportero del diario español ABC.
La historia de Chelo Prieto
Conocí a Chelo Prieto hace 25 años, cuando nos presentó el gran pianista Rudolf Serkin en la Fundación Marlboro, en Estados Unidos. Poseía una voz de gran finura, calidez y belleza, pero asimismo una poderosa proyección que le confería una personalidad única.
Perteneciente a una prestigiosa familia, de la que tan sólo quedan en el mundo alrededor de 60 miembros —algunos de ellos, tengo que reconocer, muy deteriorados por el tiempo. Por lo general, los miembros de esta familia tienen rasgos comunes, pero no hay dos que sean idénticos. Cuando decidió la venta de Chelo Prieto, Serkin puso como condición que no se vendiera ni a un museo ni a un coleccionista privado pues ello la condenaría al silencio. Le mostré a Serkin mi calendario de 1978: tenía previstos más de cien compromisos por todo el mundo. La aprobación fue inmediata.
Mi fascinación por Chelo Prieto fue creciendo y me propuse investigar a fondo su historia, que se remontaba nada menos que a 1720. Fueron muchos los países en los que vivió. Con España mantuvo una relación muy estrecha y especial ya que permaneció 58 años en Cádiz, entre 1760 y 1818. Después vivió en Irlanda, Inglaterra, Italia, Alemania, Suiza y Estados Unidos, para llegar hace más de 25 años a México, donde vive actualmente.
Siempre viajo con Chelo Prieto. Ocupa un lugar en los aviones a mi lado y gana «millaje aéreo». Hace un par de años me preguntaron su edad en el aeropuerto de Boston y contesté: 282 años. La empleada de la compañía aérea me respondió: «Está bien. Le daremos un billete con el descuento de la tercera edad.» Aunque una vez en la India lo valoraron en tan sólo 50 libras. Yo creo que vale un poco más, porque violonchelos Stradivarius como el mío no hay muchos. Y éste tiene una personalidad única. En su memoria guarda ya el estreno mundial de ochenta obras, muchas de ellas de compositores españoles.