- Un ejercicio para comenzar bien el año
Cierra los ojos y pregúntate ¿quién es el que ordenó que cerrara los ojos? Porque ciertamente no fueron tus ojos los que ordenaron, sino sólo acataron órdenes. ¿Quién es aquel que tiene tal poder? Es importante saberlo pues, si tiene poder sobre tus ojos, también debe tener poder sobre las demás partes de tu cuerpo, las cuales aparentan estar separadas pero en realidad constituyen un todo indivisible.
Con este simple ejercicio te das cuenta de que hay algo más allá de tu cuerpo, y que de hecho tiene poder sobre él. Te das cuenta que no eres tu cuerpo, pues si lo fueras, no podrías ordenarle nada. Te das cuenta que eres tú quien comanda, eres tú quien conduce, eres tú el jinete que monta esa cabalgadura llamada cuerpo.
Hasta ahora, tu cabalgadura ha sido una potranca salvaje, sin entrenamiento, sujeta solamente a sus caprichosos impulsos.
Si tu potranca amanece ansiosa, inestable, temerosa, te apresuras a declarar que tú también estás ansioso, inestable, temeroso, en lugar de tomar el lugar que te corresponde y jalar las riendas hacia la tranquilidad, la serenidad y el gozo que en realidad prefieres.
Te confundes con respecto a quién eres y entonces te vas convirtiendo en cabalgadura en lugar de ser tú el jinete. Y si no te decides y pones tu voluntad en volver a tomar las riendas, pierdes tu oportunidad de experimentar la libertad de ser quien lleva el control.
Tu potranca se vuelve cada vez más salvaje, se va por caminos inciertos, la mayoría de ellos contrarios a lo que tú habrías elegido. Pero necesitas de sus servicios, es un medio para cabalgar por este mundo aparentemente inhóspito, es un medio para comunicarte con lo que está fuera de ti, con tu derredor.
Necesitas amansarla entonces. Pero no con castigos, con malos tratos, con sacrificios, sino con amor, con paciencia, con dulzura, hasta ganar su confianza, hasta que reconozca y acepte que sólo quieres conducirla por el camino del gozo, de la dicha, de la paz.
Esa potranca obedece a tu mente, que hasta el momento ha pensado intempestivamente, haciéndoles dar tumbos y provocándoles dolorosas caídas a ambos las más de las veces. En ese sentido tu mente ha sido también salvaje. ¿Y puede lo salvaje amansar a lo que es salvaje? La razón te dice que no. Y el hecho es que ya no quieres vivir la “pasión” del rodeo, ahora anhelas una vivificante carrera a campo traviesa contigo al mando.
Ahora anhelas ser un majestuoso jinete que con maestría se conduce y conduce. Pero para ello necesitas tener un camino por donde conducirte y conducir a tu cabalgadura. Eso es lo que te hace falta. Primero descubres y aceptas que tu mente es el jinete que controla a esa cabalgadura que es tu cuerpo; eso es de por sí un gran descubrimiento, pero no te llevará a ninguna parte, no los llevará a ninguna parte si no sabes por dónde irte.
Aquí es donde entra la otra parte importante, el otro elemento, la otra pieza de este rompecabezas.
Más allá de tu cuerpo está tu mente, que es la que en realidad lo conduce, pero más allá de tu mente está el Espíritu, que es lo que la ilumina, marcándole así el camino.
Hasta el momento, tus ojos estaban cerrados a esta verdad, demasiado distraídos en ver lo de allá afuera, demasiado preocupados en buscar y encontrar culpables de por qué no tenías el control de tu vida.
Ahora te das cuenta de que no hay “culpables”. De que todo se reducía a un error de percepción. Al error de confundirte y olvidar quién eres.
Tú eres quien manda. En todo momento, en todo lugar, en toda circunstancia. Nada puede hacerte sentir mal. Nadie puede hacerte perder tu paz si tú no lo permites. Pueden encerrar tu cuerpo, aprisionarlo, pero tu mente es libre, libre para pensar, para imaginar, para sentir, para manifestar lo que quiera.
Piensa que eres un cuerpo, vulnerable, finito, corrompible, y no podrás sino manifestar la vulnerabilidad, y te sentirás entonces enormemente débil, y la debilidad no puede sino conducir al temor, y el temor es antídoto de la paz, y donde no hay paz no puede sentirse amor… ¿te das cuenta cuál es la lógica? ¿reconoces dónde comienza todo? ¿aceptas cuál es la verdadera causa?
No hay culpables, sólo hay una causa, y la causa eres tú, tú que has elegido identificarte con lo que no eres. Tú no eres tu cuerpo, no estás a expensas de él. Eres mente. Mente que tiene el poder de elegir mientras se encuentra cabalgando en un mundo de aparentes opuestos. Necesitas elegir entonces.
Elige identificarte con lo eterno en ti, y no podrás sino vivir la tranquilidad de lo eterno; elige en cambio identificarte con lo finito en ti, y no podrás sino experimentar el desasosiego de lo perecedero.
¿Qué eliges?
Recuerda, tú eres el jinete. Tú eliges por dónde conducir tu cabalgadura. Elige.
(Alma Delia Martínez Cobián)
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