Por Víctor Magdaleno
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Fundada o no, Estados Unidos tiene fama de ser un país de cultura liberal (para algunos incluso en grado sumo, sobre todo demasiado permisiva, dicen, respecto a temas relacionados con el sexo y la exhibición de desnudos). Como toda generalización, dicha creencia no pasa de ser eso, una creencia arbitraria, abusiva incluso y desde luego imprecisa, pues el vecino del norte no es un país, como todos, de una sola pieza y tiene ciudades de tradición holgadamente liberal (piénsese en Nueva York o Los Angeles), junto con otras que en términos generales son muy conservadoras (San Luis Misuri o Iowa City por citar sólo dos), de modo que la afirmación inicial, así formulada, carece de sustento que no sea el prejuicio y las ganas de creer.
Pero acaso no sea así y menos aún con el corrimiento a la derecha que ha experimentado no sólo el gobierno sino la sociedad norteamericana en su conjunto desde que Bush el menor ocupa la Casa Blanca. Y hay numerosas evidencias de que el pensamiento conservador ha ido ganando terreno en la potencia del norte; basta considerar las campañas masivas porque se vuelva a penalizar el aborto, reactivadas en los últimos tiempos, o las presiones ejercidas por las elites para retornar a la educación religiosa en la enseñanza elemental e instaurar el creacionismo bíblico con el mismo status que la teoría de la evolución. Hay en esos casos un claro retroceso, patrocinado por la extrema derecha estadounidense.
Y quien lo dude, tenga en cuenta un episodio reciente que si bien concluyó con saldo desfavorable a las huestes conservadoras, el solo hecho de que haya sucedido confirma que vientos ultramontanos soplan con fuerza en la cultura y la sociedad del imperio. Resulta que un libro para niños, muy exitoso en el mundo entero, de una escritora alemana muy prestigiada, intentó ser censurado por una editorial norteamericana.
Resulta que Boyds Mills Press se interesó en publicar El libro de invierno (Winter Wimmelbuch) de la escritora alemana Rotraut Susanne Berner. La obra está destinada a niños a partir de un año; en Alemania ha vendido 250,000 ejemplares y ha sido traducida a no menos de 15 lenguas. Su autora es, además, una reconocida escritora de textos infantiles, que circulan incluso en lengua castellana (la editorial española Anaya tiene en su catálogo diez títulos suyos).
Pues bien, pese al interés mostrado por publicar El libro de invnierno, la editorial Boyds Mills Press condicionó su distribución en el mercado estadounidense al retoque de dos ilustraciones por considerarlas potencialmente perturbadoras para algunos lectores. Los textos de Berner están estructurados para invitar a recorrer espacios cotidianos, como estaciones de trenes, mercados o piscinas, sitios donde el lector tiene que descubrir objetos en las ilustraciones en un esfuerzo por impulsar la capacidad de atención del niño. En el caso del Libro de invierno, trata de la visita a un museo y muestra, entre varias escenas más, a una familia observando un desnudo femenino y una escultura minúscula de un desnudo masculino. El pene de la escultura, que aparece en las ilustraciones, no es mayor que un grano de arroz, y pese a ello se pretendía “retocarlo” para, a juicio de los censores, no herir la sensibilidad de lectores infantiles o sus padres. La otra ilustración que generó polémica se refiere a un desnudo pictórico que en el relato de la obra se encuentra expuesto en el museo, al que acude la protagonista junto con su familia, y cuya figura invoca remotamente a La Maja desnuda de Goya.
Las ilustraciones, creadas, al igual que los textos, por Rotraut Susanne Berner, son las mismas que aparecen en la edición alemana, pero fueron consideradas ofensivas por los directivos de la editorial norteamericana, que argumentaron que los gustos del público no son iguales en todos los países, por lo que solicitaron a la editorial Gerstenberg que las dos ilustraciones fueran retocadas en el tiraje destinado al mercado estadounidense, lo que para efectos prácticos equivalía a censurar el libro de Berner. La petición fue denegada en redondo.
“En principio pensé que se trataba de una broma. Pero cuando me hablaron de corregir algunas ilustraciones, y la posibilidad de eliminar otras, la cosa iba muy en serio”, comentó Berner en una entrevista concedida al diario alemán Der Spiegel.
Finalmente y luego de un breve litigio emprendido por la editorial germana, se resolvió que El libro de invierno aparezca en el mercado norteamericano como en la edición original, en la que se muestra el minúsculo pene y, además, sin retocar, al igual que el desnudo femenino.
Hasta este episodio, que desde luego cubre de vergüenza a los norteamericanos pensantes y pone en duda la extendida creencia de que la cultura norteamericana es excesivamente liberal, Berner no había tenido ningún problema con las ilustraciones de sus libros. De hecho, sus obras se venden con gran éxito en 13 países, desde Japón a las Islas Feroe… y ahora también en Estados Unidos por más que les pese a los ultras de la derecha.