martes, enero 22, 2008

Cartas a Bitácora

Un día en la vida de un ciudadano común

El ciudadano se levanta temprano y se expone al primer noticiero para ser enterado del palpitar del país: el hampa ataca aquí y allá, los crímenes pasionales que desgarran a jóvenes familias y dejan en la orfandad a menores, adictos fuera de control victiman a familiares, narcotraficantes asegurados con carga de drogas en un retén —podemos ver las pacas o “ladrillotes” apilados y a un lado a los sujetos sometidos—, el Ejército que destruye plantíos de mariguana —se ven las matotas verdes, más altas que las de una milpa—, sicarios que ejecutan a un individuo no identificado, policías exhibidos como protectores de narcotraficantes, oficinas de comandancias “rafagueadas” con armas largas.

El ciudadano carece de tiempo para ver todo el noticiero mañanero y sale disparado para llegar puntual al trabajo. En el trayecto, enciende la radio del auto y los informadores lo siguen poniendo al tanto de estos sucesos y de la respuesta que el gobernador Osuna Millán ofrecerá para brindar seguridad a la ciudadanía. El gobernante declara aceptar la guerra que propician los protagonistas de tanta inseguridad.

El ciudadano llega barrido al trabajo. Luego de los saludos mañaneros, lo enteran de que a uno de sus colegas la noche anterior le intentaron robar el carro en la colonia donde vive, pero un buen vecino alcanzó a dar la voz de alerta. El malandrín huyó, no sin antes sustraer algunos bienes. Sus colegas tratan de animarlo para que ponga la denuncia ante el Ministerio Público, pero está desanimado porque otras veces que le han robado, ninguna autoridad ha podido o querido hacer nada.

A mediodía los noticieros continúan informando de cantantes gruperos acribillados, de menores carbonizados en incendio de su propia casa, donde quedaban encerrados por falta de guarderías nocturnas para apoyar a madres trabajadoras. La madre será juzgada por un tribunal y ha sido detenida.

El ciudadano concluye su jornada y regresa al seno del hogar. Los noticieros de la noche, tanto el de Joaquín López —con bonitas corbatas y trajes propios de un protagonista cinematográfico— en Televisa, como el de Javier Alatorre en TV Azteca, agotan su tiempo reseñando los crímenes en el norte y en el centro, las desgracias colectivas en el sureste, los ríos, incontenibles sus aguas, se desbordan, las ejecuciones en las principales bulevares de las mayores ciudades, los excesos e incompetencias de los funcionarios que sacan su tajada disfrazada de indemnización a lo largo y ancho de este México que no se raja, que sabe aguantar vara.

Ya ni espacio les queda a las televisoras para ofrecer como postre una mesa redonda donde especialistas le digan al ciudadano la causa de tanta violencia, mucho menos sobre la condición general de los salarios reales en México, por ejemplo.

El ciudadano también se entera que el Secretario de Gobernación será removido, pero el presidente Calderón no da color sobre el origen del despido de Ramírez Acuña, el primero en soñar que FCH alcanzaría la silla presidencial.

El ciudadano busca reponer fuerzas para la jornada del día siguiente y se encamina hacia su lecho con amargo sabor de boca, pero antes de dormirse, se pregunta si los sucesos de mañana serán de igual color o más tinta-sangre.

Confundido, desalentado, el ciudadano no sabe si vamos para atrás o para qué rumbo, porque le sería imposible afirmar que vamos para adelante, tras el progreso tan prometido.

Gracias por su atención.

Ignacio López Ahumada

Calzada Luis Araiza No. 1764

Infonavit Cucapah Segunda Sección

Mexicali, B.C.