martes, enero 15, 2008

Despido de Aristegui, golpe a la pluralidad


* El cierre del espacio informativo que conducía la comunicadora en W radio, filial de Televisa y el consorcio español Prisa, busca acallar las voces críticas



Por Víctor Magdaleno

magdaleno23@hotmail.com

Mal comienza la semana para quien es colgado en lunes, dice certero el refrán y este 2008 comienza para los mexicanos de una manera por demás amarga: con el adelgazamiento de la pluralidad informativa que supone la cancelación del espacio noticioso que conducía Carmen Aristegui en W Radio, propiedad del consorcio español PRISA y Televisa. Disfrazado de un presunto desacuerdo entre los empresarios y la comunicadora, el asunto tiene que ver más con el interés de ciertos sectores de acallar las voces críticas en la radio mexicana, que un mero problema contractual y Aristegui vaya que si se llegó a convertir en una comunicadora incómoda para esos mismos sectores que luego han festejado su despido.

El asunto está lejos de ser únicamente un desacuerdo insalvable producto de “modelos editoriales incompatibles”, como se informó el 4 de enero, cuando Aristegui encabezó la última emisión de su programa por la W, y de acuerdo con las distintas interpretaciones se trató de un despido de facto, el cese fulminante de quien hasta ese momento era la conductora estelar de la emisora; un acto de censura, en resumidas cuentas, que lesiona la pluralidad informativa.

La clausura del espacio informativo encabezado por Aristegui, que se había distinguido por tratar con pluralidad de voces temas de mucha controversia –recuérdese que fue ella quien difundió primero que nadie las conversaciones telefónicas entre el gober precioso Mario Marín y el empresario Kamel Nacif en las que éste le agradece haber encarcelado a la periodista Lydia Cacho–, desató una ola de indignación en muchos sectores sociales, por considerar que la periodista fue víctima del autoritarismo empresarial y que, con ello, la sociedad mexicana pierde espacios informativos plurales, que tanta falta hacen en un medio dominado por el servilismo y la complicidad.

“Hay quien pidió mi cabeza y hay quien la cedió”, asegura Aristegui en una entrevista que publica la revista Proceso en su número de esta semana.

“Todo parece indicar que hay quien pidió mi cabeza y hay quien la cedió. Hay autores materiales y autores intelectuales en esta historia”, acusa Carmen Aristegui, al relatar los acontecimientos que condujeron a su salida de la W Radio, destaca el semanario que califica el episodio como “una historia de represión” urdida por empresarios privados, nacionales y extranjeros, a los que no fue ajena la voluntad de altos funcionarios del gobierno federal.

En la entrevista, la comunicadora señala a cinco “autores intelectuales” del silenciamiento de su espacio informativo: directivos de Televisa, integrantes del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, concesionarios descontentos con su actitud ante la reforma electoral y funcionarios de Comunicación de Los Pinos, desde donde se le hizo saber que su noticiero “no era un espacio deseable para la Presidencia de la República”.

De acuerdo con Aristegui, hubo una estrategia de “acoso gradual” en contra de su trabajo informativo desde 2006 hasta su salida, el viernes 4, y enumera las evidencias: la interrupción abrupta de las transmisiones a través de Sky por “fallas técnicas”; las quejas de directivos de Televisa hacia Raúl Rodríguez, exdirector de W Radio, por la cobertura frente a la “Ley Televisa”; el enojo de un sector empresarial por el seguimiento puntual de las acusaciones al cardenal Norberto Rivera; la incomodidad del Ejército y de grupos de poder por su cobertura de los casos de Lydia Cacho y Ernestina Ascencio, entre otros.

“La comunicadora, cuya trayectoria fue reconocida en noviembre de 2006 con el Premio Ondas, otorgado por el Grupo PRISA a los periodistas más destacados del grupo, le revira ahora al consorcio español: “Me pregunto si PRISA se atrevería a hacer algo así en los espacios que tiene en España”, dice en el número 1628 de Proceso.

El despido de la comunicadora desató olas de indignación, una verdadera conmoción, asegura Monsiváis, y la mayor parte de los comentaristas de prensa lo han interpretado como un intento por imponer una visión uniforme y dócil sobre el país y sus problemas, y al mismo tiempo silenciar aquellas voces que no están dispuestas a alinearse a las visiones oficiales.