* Festejar el conflicto interno del partido del sol azteca, cuyo beneficiario principal es el PRI, es no conocer la historia y no entender la política
Por Raúl Ramírez Baena*
http://www.filo-de-la-navaja.blogspot.com
Don Jesús Reyes Heroles (el de a de veras, no el actual gerente de Pemex), para dar fin a la crisis política derivada del movimiento estudiantil del 68, a la guerra sucia contra la oposición de izquierda y a la crisis económica de 1976 que ahondó la pobreza, consensuó con su propio partido, el PRI, con dos presidentes de la República y con la oposición, la reforma política de 1977 que es, quizá, la más importante de la postrevolución.
Ello dio origen al juego político a las minorías, con la figura de diputados de representación proporcional (y posteriormente de senadores), y a mecanismos de una hasta entonces desconocida competencia electoral. Gracias a ello, el PAN, casi de cero, avanzaría y obtendría la Presidencia en 2000 y en 2006.
El carácter y claridad de pensamiento, la talla intelectual y moral, la inteligencia y capacidad política de Reyes Heroles, son reconocidas por actores de aquella reforma y por políticos de hoy, que tuvo como virtud la consulta personal a los líderes de los partidos, por parte de quien conducía la política interior del país.
Sin embargo, a pesar de que la reforma política en ese entonces fue considerada como un gran avance de la democracia por dar un espacio a las minorías, en los hechos significó 20 años más del viejo régimen priísta.
Como valor agregado, la reforma trajo consigo la gradual reproducción por parte de la oposición de izquierda y de derecha, de las peores prácticas del PRI. Así, una tras otra, las fuerzas políticas fueron sucumbiendo ante la tentación del poder y de las prerrogativas para el sostenimiento de las burocracias partidistas y las campañas electorales, haciendo a un lado ideologías y principios por el control del aparato y del dinero. La debilidad humana en su esplendor.
Hoy, a 31 años de aquella reforma, los políticos y los partidos se debaten descalificándose unos a otros. Los que antes acusaban las trampas y marrullerías del PRI, hoy las superan. De una elección a otra, de un gobierno a otro, de un partido a otro y al interior de los propios institutos políticos, tirios y troyanos se descalifican, se desgarran y se rompen las vestiduras. Gobernadores, caciques y mafias locales y nacionales, de todos los colores y sabores, dominan la política.
Juárez y la demagogia de Calderón
Para entender la magnitud de la crisis política actual, basta leer el discurso de Felipe Calderón del pasado 21 de marzo, en ocasión del aniversario del natalicio de Benito Juárez: “… para el presidente Juárez el poder tenía el límite de la justicia y no había justicia posible sin ética; las leyes eran sagradas porque expresaban la altura máxima de una aspiración moral y de paz colectiva.
“Con profundo respeto y admiración al Benemérito de las Américas, y con firme lealtad a lo mejor de su enseñanza liberal, que es el respeto a la ley, a los derechos de los demás y el amor a la patria”.
Calderón recordó la figura de Benito Juárez y advirtió que partidos políticos, gobiernos y ciudadanos están obligados a garantizar la legalidad. Quien ignora la ley o las instituciones de la República, advirtió, ofende la memoria del prócer. ¡Zas!
En Palacio Nacional y para que no quepa duda, acompañado de tres secretarios de Estado, entre ellos el denostado titular de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, y, obviamente, los secretarios de la Defensa y de Marina, el mandatario federal afirmó que Juárez, al oponerse al caudillismo de Antonio López de Santa Anna, “demostró que ni el capricho de un hombre solo ni el interés de ciertos grupos de la sociedad forman la esencia de la democracia”. ¡Bolas!
Es obvio que el discurso anterior fue dirigido, íntegro, a Andrés Manuel López Obrador (quien siendo parte del conflicto interno perredista hábilmente se ha desmarcado para construir su propio movimiento en defensa de la soberanía petrolera). Cualquiera deduce que el saco le queda también al propio presidente, quien varias veces ha roto la legalidad, desde su propia campaña presidencial hasta el uso de las fuerzas armadas en el combate a la inseguridad, y la joya de la corona, Juan Camilo Mouriño, su propia hechura, a quien se aferra en sostener en el cargo.
La ética política
Al margen del extravío de la izquierda en el mundo y de que el actual proceso interno fue un verdadero cochinero (de quien se supone lucha por la justicia y la democracia), la crisis del PRD es la crisis del sistema político mexicano, porque en su elección interna están metidas las manos y los intereses del PRI, el PAN, Calderón, los gobernadores, Televisa, TV Azteca, los empresarios, los gringos... Porque va de por medio el petróleo.
Son las crisis no resueltas de Calderón por Juan Camilo Mouriño, del “gober” precioso Mario Marín y Ulises Ruíz (no desaforados y no juzgados por utilizarse como moneda de cambio de Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa Patrón [“va pa’tras, papá”]), de Hildebrando Zavala, de Carlos Romero Deschamps y Ricardo Aldana, de Vicente, Martita y los Bribiesca; de Elba Esther Gordillo, de la guerra sucia de los 70, de los fraudes electorales de 1988 y 2006, de la firma del TLC y la quiebra del campo mexicano, del asesinato de Colosio, de los acuerdos del PRIAN para el aumento al IVA, el desafuero del “Peje”, las reformas a las leyes del IMSS y el ISSSTE, etcétera.
Festinar las crisis del PRD y de Calderón por Juan Camilo Mouriño, cuyo principal beneficiario es el PRI, es no conocer la historia y no entender la política.
La crítica y la denuncia son una cosa, mas el verdadero debate de hoy no es por la legalidad, sino por la ética.
* Presidente de la Comisión Ciudadana de Derechos Humanos del Noroeste, AC.